A más de siglo y medio de su nacimiento, Santiago Ramón y Cajal sigue vivo mediante su legado, y recorriendo también buena parte del mundo. Y es que el científico español, considerado el padre de la neurociencia moderna, además de ser cabeza de la Generación de Sabios, posee también una cualidad única: la capacidad de haber compaginado ciencia y arte, de un modo brillante, que sigue deslumbrando a propios y extraños.
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Ramón y Cajal, el artista
A pesar de haber sido hijo de un neurocirujano, desde muy joven, Santiago comenzó a interesarse también por cuestiones artísticas.
Fue así que su pasión por la pintura y la incipiente fotografía, comenzaron a marcar huella en el joven errante, quien de igual forma se mudaba constantemente, y se educó en varios institutos, enriqueciendo de forma notoria sus habilidades y acervo cultural.
No obstante que siendo también un hombre de ciencia, empezó a profundizar de forma cada vez más constante en el cuerpo humano, y particularmente en lo que fue su gran obsesión: el cerebro.
A través de disecciones y autopsias, comenzó a explorar con gran detalle, y con los primitivos microscopios, las características de este órgano esencial para la vida; lo cual fue plasmando a través de una gran variedad de dibujos, que no solo poseían una singular belleza -en parte gracias a sus dotes de dibujante-, sino que también le permitirían ir comprendiendo de una forma inédita, las funciones de cada uno de los elementos que lo componen.
Ramón y Cajal, el científico
El connotado sabio de Petilla de Aragón, no solo comenzó a impresionar con sus detallados y extraordinarios retratos y fotografías del cerebro humano, sino que también vino a revolucionar de forma importante la concepción científica acerca de su funcionamiento, asentando desde hace más de un siglo, las nociones del conocimiento que hoy en día son la base de la neurociencia moderna.
Particularmente, desmitificó las creencias que afirmaban que el cerebro era una especie de red continua y conectada entre sí, la denominada teoría reticular. Ramón y Cajal, a través de su innovadora ‘teoría de la neurona’, desde 1888 comenzó a ofrecer indicios de que cada célula se trataba de una entidad fisiológica totalmente autónoma; hipótesis que desde entonces fue reafirmando a través de múltiples experimentos y evidencias.
Algunos años más tarde, concretamente en 1906, Ramón y Cajal, sería condecorado con el Premio Nobel de Medicina, después de que perfeccionara los procesos de visualización de neuronas, a partir de un método propuesto por Golgi, con quien compartió el galardón, así como el reconocimiento por los extraordinarios avances que le permitieron demostrar sus teorías acerca del funcionamiento neuronal del cerebro.
Un legado eterno
A pesar de no ser quizás tan famoso como otros científicos, e incluso muchas veces infravalorado en su propio país, el legado de Ramón y Cajal sigue dando la vuelta al mundo; y no solo por sus formulaciones científicas, sino que también su obra creada de propia mano, forma parte de una colección administrada por el Instituto Cajal, y que representa una invaluable colección de dibujos, donde conjuga de una forma única, la belleza del arte, con la precisión y el valor de la ciencia.
Desde 2017, y aún en el presente año, la colección El Hermoso Cerebro, sigue cautivando a personas de todo el mundo, a través de una muestra de 80 dibujos, que a pesar de que representan una mínima parte de su obra, siguen causando sensación a donde se presenta, y continuando así dejando huella en generaciones enteras.